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El otro planeta que habita en mí

  • Foto del escritor: Mario Sucerquia
    Mario Sucerquia
  • 1 ago
  • 3 Min. de lectura

Atmósferas compartidas: Un planeta gigante es destruido por fuerzas de marea cercanas a su estrella. Parte de su atmósfera se dispersa hacia el exterior y es capturada por un planeta más pequeño, dando lugar a una atmósfera secundaria observable.
Atmósferas compartidas: Un planeta gigante es destruido por fuerzas de marea cercanas a su estrella. Parte de su atmósfera se dispersa hacia el exterior y es capturada por un planeta más pequeño, dando lugar a una atmósfera secundaria observable.

🗞️ Nota de prensa

¿Puede un planeta portar en su interior la historia de otro que ya no existe?


Esta investigación comienza por el final. En los últimos instantes de vida de un gigante gaseoso que, tras acercarse demasiado a su estrella, es destruido por fuerzas de marea (lea al respecto en este artículo reciente,liderado por Jaime Alvarado y también de coautoría de Mario Sucerquia).


Durante este proceso violento, el planeta es despojado de su atmósfera rica en hidrógeno y helio. Pero ese gas —en vez de desvanecerse sin dejar rastro— escapa hacia el exterior del sistema, donde permanece flotando, buscando un nuevo destino.


Y allí comienza otra historia. Según un nuevo estudio liderado por Mario Sucerquia (IPAG, CNRS – Université Grenoble Alpes), parte de ese material puede ser capturado por planetas más pequeños que orbitan más lejos, envolviéndolos en una atmósfera ligera, fugaz… y ajena.



Estos mundos —llamados en el estudio VEPs, por volatile-enriched planets— no son lo que parecen: sus atmósferas no son fruto de su propia evolución, sino el legado de otro planeta que ya no está. Una suerte de herencia cósmica, impuesta por la tragedia, que transforma su química, su apariencia e incluso su identidad orbital.


Distribución temporal de la densidad superficial del gas liberado tras la disrupción de un planeta tipo Júpiter. La simulación muestra cómo, en apenas unas décadas, el gas se dispersa por el sistema estelar interior y alcanza la órbita de un planeta exterior de 10 masas terrestres (10 M⊕), permitiendo la formación de una atmósfera secundaria rica en volátiles.
Distribución temporal de la densidad superficial del gas liberado tras la disrupción de un planeta tipo Júpiter. La simulación muestra cómo, en apenas unas décadas, el gas se dispersa por el sistema estelar interior y alcanza la órbita de un planeta exterior de 10 masas terrestres (10 M⊕), permitiendo la formación de una atmósfera secundaria rica en volátiles.

La simulación muestra cómo, en apenas unas décadas, el gas se dispersa por el sistema estelar interior y alcanza la órbita de un planeta exterior de 10 masas terrestres (10 M⊕), permitiendo la formación de una atmósfera secundaria rica en volátiles.


Para explorar esta posibilidad, el equipo utilizó simulaciones hidrodinámicas para modelar la disrupción de un planeta gigante y el posterior comportamiento del gas liberado. Los resultados muestran que este material puede migrar hacia regiones más externas del sistema y ser capturado por planetas cercanos, formando atmósferas secundarias ricas en hidrógeno y helio. El estudio también evalúa cuánto tiempo podrían persistir estas atmósferas bajo la acción de la radiación estelar, así como los efectos dinámicos que la pérdida de masa y la redistribución del gas generan sobre los planetas sobrevivientes.

Se estima que estas envolturas pueden durar millones de años y ser detectables a través de observaciones de tránsitos.


Esa atmósfera heredada deja huellas: envolturas inusualmente infladas, espectros enriquecidos en helio, órbitas ligeramente excéntricas… Firmas que ya están siendo detectadas con telescopios como JWST o Ariel.


De hecho, sistemas como WASP-107b, HAT-P-11b o TOI-421b podrían ser los portadores actuales de esta memoria gaseosa. Planetas pequeños que, sin saberlo, podrían estar hechos —en parte— del cuerpo de otro mundo.

“Este planeta sobrevivió… pero no salió ileso. Lleva en su atmósfera la historia de otro mundo, uno que fue devorado. Este paper trata de identificar esas huellas.”— comenta Mario Sucerquia, autor principal del estudio.

Más allá del hallazgo específico, esta investigación propone un nuevo lente para interpretar composiciones anómalas en exoplanetas: no siempre reflejan su propia historia, sino quizás la de otro cuerpo, ya ausente, pero cuya memoria aún flota alrededor de su estrella.



📍Créditos:

El estudio fue realizado por Mario Sucerquia (IPAG/CNRS, Université Grenoble Alpes), Matías Montesinos (UTFSM, Chile), Ana M. Agudelo (Universidad de Antioquia, Colombia) y Nicolás Cuello (IPAG/CNRS). El artículo fue publicado el 30 de julio de 2025 en la revista Astronomy & Astrophysics bajo el título:Volatile enrichment in low-mass planets as signatures of past planetary disruption.

 
 
 

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